lunes, 5 de septiembre de 2016

Capítulo 4. Cuarta parte


Encontró su casa como la había dejado hacía un par de meses atrás, sólo que con más polvo. En el suelo, sobre los muebles, cubriendo una botella aquí y otra allá. Un pedazo de sánguche verde. El cenicero con las tuquitas. Todo estaba en su lugar, pero el polvo reinaba.
Debajo de sus zapatos crujían también esquirlas invisibles de vidrio, de la noche que tirotearon el frente de la casa. Contempló la ventana rota y el recuerdo se hizo tan presente que pareció estar allí, hablándole, mostrándole la forma en que había sucedido. Si, decía Hijitus; Así fue. Y le maravilló experimentar la misma sensación de entonces, cuando concluyó que Oaky debió haberlo traicionado.
Se paró en medio de la sala y observó a su alrededor, como si el lugar intentara decirle algo. Goldsilver, Goldsilver, repetía en voz baja. ¿Cómo es que en todo ese tiempo nadie había ido a buscarlo? Oaky sabía lo de Mosconi. Tenía que saberlo. No era boludo. Un día aparece Hijitus preguntando por Mosconi, y después Mosconi está muerto. Luego todos los agentes a su cargo. Y después, policías de distintas jurisdicciones. Hasta un mocoso de preescolar podía relacionar los hechos y llegar a las mismas conclusiones, sobre todo considerando que ocurrieron mientras Hijitus estaba desaparecido y sin su perro.
Entonces, si Oaky sabía lo de Mosconi, ¿por qué nunca habían ido a buscarlo? La respuesta era sencilla: Oaky no se lo contó a nadie.

Tenía que ir a verlo. Necesitaba entender por qué Oaky había rehusado destruirlo. Y sobre todo, necesitaba saber quién le había avisado sus planes a Mosconi, quién era el verdadero traidor.
Se dio una ducha. Amaba esas duchas. Esas duchas largas e hirvientes. Purgaban su piel. Arreciaban su alma. Se afeitó. Antes de vestirse se masturbó evocando el perfume de la vecinita de enfrente, jurándose a sí mismo que aquella sería la última vez. Luego buscó el sombrero en el placard y lo tuvo en sus manos un rato, como si se tratara de su propia vida, antes de decidirse a atravesarlo. También se dijo que aquella sería última vez.
Cruzó la ciudad por el aire, de sur a norte, en poco más de diez minutos. Finalmente llegó al enorme edificio que presidía la firma GS Abogados. En el piso más alto se hallaba la oficina de Oaky. Voló hasta una de sus enormes ventanas y, procurando no ser visto, observó el movimiento en el interior.
Oaky estaba jugando videojuegos en una pantalla empotrada sobre una de las paredes. Se lo veía entusiasmado disparando a unos zombies que le salían al paso desde todas partes, y sólo se detuvo dos veces, en un lapso de media hora, cuando una chica le acercó unas carpetas con papeles. En ambas oportunidades los estudió rápidamente y después de darle algunas indicaciones a su empleada volvió al juego.
La chica lucía como una conejita de Playboy, pero no parecía que esto a Oaky le importara demasiado. En ningún momento le miró el culo, que estallaba debajo de una pollera negra y corta muy ajustada, ni tampoco bromeó con ella de ninguna forma. Cuando la chica salió de la oficina la segunda vez, Hijitus golpeó suavemente la ventana. Oaky, sobresaltado, se volvió en su dirección. Quedó con la boca abierta al ver a Hijitus flotando ahí afuera.

Abrió la ventana y lo invitó a pasar. Adentro el ambiente era mucho más confortable que afuera; Al menos no corrían vientos de noventa kilómetros por hora.
-Qué sorpresa, Hijitus. ¿Qué te trae por acá?- La voz le temblaba un poco.
Hijitus se paseó despreocupadamente por la oficina. Fue hasta el escritorio y comenzó a tomar las cosas que había sobre él, como si le pertenecieran, sólo para inspeccionarlas con distraída curiosidad. Un posavasos, una calculadora, un hermoso encendedor con la bandera de Alemania.
-¿Estuviste en Alemania?
Oaky pareció confundido.
-Si, por trabajo.
-Qué lindo trabajo debés tener.
-No me quejo.
Hijitus dejó escapar una risita infantil. Luego caminó hasta el televisor, donde un zombie horrible que se abalanzaba desde la pantalla había quedado inmóvil, en estado de pausa.
-¿Es divertida esta mierda?- Preguntó, señalándolo.
-No sé.- Dijo Oaky, levantando los hombros. -Pero es adictiva.
-Sí, te entiendo. Como matar policías.
Oaky abrió bien grande los ojos.
-Oíme, Hijitus. Yo no le dije nada a nadie.
-Ya lo sé, Oaky. Ya lo sé. ¿Puedo sentarme un momento?
Oaky asintió moviendo la cabeza, e Hijitus se sentó en el sillón frente a la pantalla.
-¿Por qué no le dijiste a nadie?
Oaky había quedado parado detrás.
-Porque no soy un vigilante. Tengo códigos, aunque no parezca.
-Sin embargo Mosconi sabía que yo iba a ir a buscarlo. Intentó persuadirme reventando el frente de mi casa.
-Yo no tuve nada que ver, Hijitus; Te lo juro.
-¿Tenés idea quién pudo haber sido?
Entonces Oaky se quedó en silencio. Hijitus giró sobre su espalda, sin levantarse del sillón, y lo miró. Vio las gotas de sudor rodando por su rostro, más pálido que uno de esos zombies.
-¿Sabés quién fue, Oaky?
Oaky movió los ojos para los costados.
-No entiendo- Dijo.
Hijitus se puso de pie.
-¿Qué cosa no entendés?
-Es decir, ¿cómo podría saberlo yo?
Hijitus caminó unos pasos hacia él, sin quitarle la vista de encima.
-No te hagas el boludo conmigo.
-No me estoy haciendo el boludo, Hijitus. En verdad no tengo por qué saberlo. Esa guerra no fue mía. Vos me buscaste y yo decidí no meterme. Elegí no hablar en ese momento, ¿por qué elegiría callarme ahora? No tengo a nadie a quien encubrir.
-No juegues conmigo.
Hijitus estaba a unos pocos centímetros de Oaky, que permanecía paralizado en medio de la oficina.
-No estoy jugando, Hijitus. Además ¿no es evidente?
-¿Qué cosa?
-Quién fue. No entiendo por qué me lo tenés que preguntar a mí.
Hijitus se detuvo.
-De qué mierda estás hablando.
-De que fuiste vos, Hijitus. Vos le avisaste tus planes a Mosconi. La primera vez que fuiste a verlo.
Los ojos de Hijitus se encendieron.
-Qué carajos estás diciendo.
-Que sos un boludo. Vos mismo arruinaste todo, como lo hiciste durante toda tu vida. Es increíble que no puedas verlo. No tendrías que haber hablado con Mosconi. No se negocia con el enemigo. Lo pusiste sobre aviso y el tipo se defendió atacando. ¿Tan boludo sos, Hijitus?
Hijitus saltó de pronto sobre Oaky y lo tomó del cuello. En menos de un segundo salieron volando destrozando la ventana. Oaky intentó, desesperado, aferrarse a los hombros y brazos de Hijitus. Pendiendo sobre treinta pisos en caída libre. Sintió que se le desprendían los botones de la camisa, pero no gritó.
-Sos un peligro para todos, hijo de puta- Le dijo. En ese preciso momento Hijitus lo soltó.



No hay comentarios: