lunes, 11 de julio de 2016

Capítulo 3. Segunda parte

Después de matar a un policía ya nada vuelve a ser igual; Y menos para un adalid de la justicia. La cosa se vuelve vicio. Veamos el caso de Hijitus, que después de la muerte de Mosconi se nos desmorona porque no consigue los nombres de los tres tipos que estaba buscando. Deja que corra un poco de agua bajo el puente, que encuentren el cuerpo, que los medios conjeturen sobre lo acontecido, que la investigación avance. Aunque está deprimido, permanece tranquilo; Nada lo vincula con el caso, salvo Larguirucho y Oaky, quienes conocen algunos detalles.
Pero esto no le preocupa en absoluto. Larguirucho era un boludo, pero leal, como un perro. Y Oaky jugaba en otro terreno. No intentaría meter a la Justicia en el medio. Así que no tenía otra cosa que hacer además de aguantar en la pensión a que se estabilizara un poco el panorama (un comisario que aparece muerto atado a una silla y con síntomas de haber sido torturado es un panorama que tarda en estabilizarse). Procuró no salir mucho de su habitación y la única vez que le llegó una llamada mandó a decir que se había tomado el palo.
La guita era otro tema. Antes de que Mosconi se hiciera cargo de la comisaría de Berazategui, Hijitus recibía regularmente una pensión –bastante modesta, por cierto- de parte de la Provincia, en carácter especial por los servicios extraordinarios prestados en su pueblo natal. La cosa cambió con la nueva administración, que no era amiga de estos tratos inusuales, y a Hijitus le cortaron el chorro acusándolo de ñoqui, como a tantos otros trabajadores independientes que servían a la comunidad por fuera de las instituciones habituales.
Ahora sus reservas empezaban a escasear y pronto tendría que volver a su casa, a la que ni siquiera había arreglado la ventana del frente después del tiroteo. Pero una noche, acosado por la sobriedad, una serie de agitados pensamientos se arremolinaron en su mente y nuevas ideas comenzaron a aparecer. Ideas frescas, grandes, importantes. Y se le ocurrió entonces que con la muerte de Mosconi no todo estaba perdido. Muy por el contrario, algo nunca antes visto estaba naciendo de toda aquella situación. Y se dijo, casi en voz alta: ¿Y si empezara a perseguir yutas, a sacarles información para ajusticiarlos y las billeteras y los celulares para vivir? ¿No sería esa una forma verdaderamente decente de encarar la vida?






http://adiospichichus.blogspot.com.ar/2016/07/capitulo-3-primera-parte.html




No hay comentarios: